Escribí. Taché. Volví a escribir. Borré. Intenté reescribir mil veces nuestra historia, agregando esos detalles que la hacian más bonita. La comisura de tus labios, el brillo incandescente de tu mirada. Por más que lo intenté, no pude perpetuar ese amor. No puedo escribirte lo que siento, lo que mi alma desangrada grita por vos. Te regalo mi silencio en lugar de palabras que jamás aceptarías, jamás entenderías. Te regalo el mismo silencio atormentador que vos me devolvías cuando te decía cuánto te quería. Te regalo la misma ausencia que me dejaste cuando necesitaba que me abraces.
Y por más que te amé (con esa locura que me caracteriza) siento que no mereces mis palabras. Palabras que te quedan grandes. Porque los cobardes le huyen a las historias. Y vos no quisiste escribir una conmigo.
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