viernes, 6 de julio de 2018
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Hay que aceptar, como ley universal, que después de una pérdida, ese lugar no se llena. La persona se va y te deja ese espacio sin nada, salvo recuerdos que por un tiempo ayudan pero después pierden color, se vuelven grisáceos, ya ni los mejores recuerdos te pueden salvar, hasta dudas de que sean recuerdos, tal vez te los inventaste para sanar el dolor. Te queda ese lugar y los domingos por la tarde sin nada. Y buscas desesperadamente colmarlo. Y buscas distracciones, libros donde siempre la protagonista sufre más que vos, canciones donde el desamor es la premisa básica y peliculas tan románticas que te hacen parecer más patética de lo que te sentis. Y llegan otras pieles, insípidas, y otras manos y otros besos pero que nunca se van a sentir igual, nunca se acompañan con ese cosquilleo en las manos y la sensación de que estás cayendo, esa adrenalina inexplicable. Y dejame decirte algo más: ESE LUGAR NUNCA LO VAS A LLENAR. Basta de cuentos, es simple, nadie pero nadie va a poder sustituir a la persona que se fue. Y no lo digo de pesimista, lo digo porque debe ser así. Decime si no te parece una forma de glorificar ese amor, ese gran amor que te dió lo mejor que tuviste hasta ahora, de dejarle siempre ese lugarcito en nosotros, lugar reservado al que podemos volver los domingos por la tarde, que da cuenta de que fue amor, amor puro y sincero. Sí, vas a volver a amar, pero distinto, ni con la misma intensidad ni con las mismas sensaciones, simplemente distinto. Y ocupará otro lugar en tu alma, abrirá nuevos espacios, dejará nuevos recuerdos, sentirás otras sensaciones. No intentemos sustituir, aceptemos lo que se fue y abracemos fuerte ese vacío que es lo único que nos quedó. Al fin y al cabo es mejor que querer encajar algo que sabes que nunca va a funcionar. Creo que al final de nuestras vidas, terminamos siendo un montón de partes vacias.
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