Recuerdo el día que elevaste la queja de que nunca escribía sobre vos, que sólo hablaba del viento, del cielo, de los atardeceres, de pájaros volando, de amores que ya habían muerto hace tantos años. Que nunca escribí sobre tu risa, sobre tu mirada, sobre cómo mi piel se erizaba debajo de tu mano.
Vos no sabías que cuando dormías y un pequeño destello de luna entraba por la ventana, iluminando cada pequeño rasgo que amo de vos -a saber, tu boca y esa imperfección que tanto te molesta de tu nariz-, te susurré al oído la prosa más hermosa que pudo salir de mi boca. Nunca te vas a enterar que escribí canciones sobre la melodía de tu risa, que entre gemido y gemido te dí todas las letras de mi abecedario.
Es que a decir verdad, prefiero hacerte poema en nuestra cama, llenar tu boca de frases que no riman pero que saben bien, dejar en tus manos mi tintero y confundir
tu cuerpo con una hoja de papel.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario